El té blanco fue, históricamente, uno de los té más exclusivos y más restringidos, entre todas las infusiones, y es que, según señalaban, tenía propiedades mágicas, otorgando la inmortalidad, el rejuvenecimiento, y era también considerado sanador de una larga lista de enfermedades.
Según cuenta la historia, desde la Dinastía Tang, el té fue, especialmente reservado a los emperadores, ya que estaba imbuido de poderes al que solo podían tener acceso los emperadores y los cargos más altos de la nobleza. Y es que la eterna juventud, y la vida eterna, eran buenas razones para cercenar el consumo de té al resto de la población, de modo que si alguien que no estuviera en la alta nobleza, se lo encontraba bebiendo el té blanco, lo pagaba con su vida. Lo que tantos alquimistas y magos querían descubrir, a lo largo de la historia, eran las grandes propiedades de esta infusión, que brotaba naturalmente en las montañas, a 3.000 metros de altitud, junto a los yoguis, en su estado de meditación.
El té blanco, al igual que el té verde, no se oxida, las hojas se cosechan antes de que se abran, se recolecta uno o dos días del año, sus hojas se dejan marchitar, para la evaporación de la humedad, y luego se desecan, su tiempo de secado es de unos tres días, los brotes se encuentran recubiertos de un vello blanco, y de ahí deriva su nombre.
Las propiedades del té blanco son muchas, cuenta con tres veces más de polifenoles que el té verde, lo que implica que su poder antioxidante equivale a unos 12 vasos de zumo de naranja, con lo que mejoran las defensas del organismo, es muy importante su influencia, con relación a la retención de líquidos, y también respecto a los beneficios en la circulación sanguinea. Es un gran aliado para el control de peso, y para las dietas de adelgazamiento, y en los últimos tiempos, se fue descubriendo su gran cualidad estética, en todo lo que refiere a protección de la piel, como tónico facial, incluso como potenciador en los bronceados, hay en la actualidad, una crema y hasta una loción facial de té blanco, para su aplicación, sobre la correspondiente protección solar.
A este té, que se produce principalmente en China, se lo recomienda consumir tres veces al día, y como tiene bastante bajos los niveles de cafeína (a diferencia del té negro), no ocurren problemas relacionados con el insomnio. Para su preparación, se calculan dos cucharaditas de té, se pone a calentar el agua, y antes de que se produzca su ebullición, se saca del fuego, se vierte sobre el té, y se deja reposar unos 5 minutos. Posee un color amarillo claro, con alguna tonalidad dorada, tiene aromas suaves, pero persistentes, sabor afrutado, es muy delicado, y tiene una textura muy amable, con lo que unos minutos de descanso y dedicada meditación, van brillantemente acompañados por una placentera taza de té blanco. Bon Appetit.
Según cuenta la historia, desde la Dinastía Tang, el té fue, especialmente reservado a los emperadores, ya que estaba imbuido de poderes al que solo podían tener acceso los emperadores y los cargos más altos de la nobleza. Y es que la eterna juventud, y la vida eterna, eran buenas razones para cercenar el consumo de té al resto de la población, de modo que si alguien que no estuviera en la alta nobleza, se lo encontraba bebiendo el té blanco, lo pagaba con su vida. Lo que tantos alquimistas y magos querían descubrir, a lo largo de la historia, eran las grandes propiedades de esta infusión, que brotaba naturalmente en las montañas, a 3.000 metros de altitud, junto a los yoguis, en su estado de meditación.
El té blanco, al igual que el té verde, no se oxida, las hojas se cosechan antes de que se abran, se recolecta uno o dos días del año, sus hojas se dejan marchitar, para la evaporación de la humedad, y luego se desecan, su tiempo de secado es de unos tres días, los brotes se encuentran recubiertos de un vello blanco, y de ahí deriva su nombre.
Las propiedades del té blanco son muchas, cuenta con tres veces más de polifenoles que el té verde, lo que implica que su poder antioxidante equivale a unos 12 vasos de zumo de naranja, con lo que mejoran las defensas del organismo, es muy importante su influencia, con relación a la retención de líquidos, y también respecto a los beneficios en la circulación sanguinea. Es un gran aliado para el control de peso, y para las dietas de adelgazamiento, y en los últimos tiempos, se fue descubriendo su gran cualidad estética, en todo lo que refiere a protección de la piel, como tónico facial, incluso como potenciador en los bronceados, hay en la actualidad, una crema y hasta una loción facial de té blanco, para su aplicación, sobre la correspondiente protección solar.
A este té, que se produce principalmente en China, se lo recomienda consumir tres veces al día, y como tiene bastante bajos los niveles de cafeína (a diferencia del té negro), no ocurren problemas relacionados con el insomnio. Para su preparación, se calculan dos cucharaditas de té, se pone a calentar el agua, y antes de que se produzca su ebullición, se saca del fuego, se vierte sobre el té, y se deja reposar unos 5 minutos. Posee un color amarillo claro, con alguna tonalidad dorada, tiene aromas suaves, pero persistentes, sabor afrutado, es muy delicado, y tiene una textura muy amable, con lo que unos minutos de descanso y dedicada meditación, van brillantemente acompañados por una placentera taza de té blanco. Bon Appetit.