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22 de abril de 2016

El té según George Orwell

Eric Arthur Blair (25 de junio de 1903-  21 de enero de 1950), más conocido por el seudónimo de George Orwell, fue un escritor y periodista británico, cuya obra lleva la marca de las experiencias personales vividas por el autor en tres etapas de su vida: su posición en contra del imperialismo británico que lo llevó al compromiso como representante de las fuerzas del orden colonial en Birmania durante su juventud; a favor de la justicia social, después de haber observado y sufrido las condiciones de vida de las clases sociales de los trabajadores de Londres y París; en contra de los totalitarismos nazi y estalinista tras su participación en la Guerra Civil EspañolaAdemás de cronista, crítico de literatura y novelista, Orwell es uno de los ensayistas en lengua inglesa más destacados de los años treinta y cuarenta del siglo XX. Sin embargo, es más conocido por sus dos novelas críticas con el totalitarismo y publicadas después de la Segunda Guerra Mundial, Rebelión en la granja (1945) y 1984 (1949), escrita en sus últimos años de vida y publicada poco antes de su fallecimiento, y en la que crea el concepto de «Gran Hermano», que desde entonces pasó al lenguaje común de la crítica de las técnicas modernas de vigilancia.
En 2008, figuraba en el puesto número dos del listado de los cincuenta escritores británicos de mayor relevancia desde 1945, elaborado por The Times.
El adjetivo «orwelliano» es frecuentemente utilizado en referencia al distópico universo totalitarista imaginado por el escritor inglés.


Si bien Orwel se le considera inglés a pesar de haber nacido en la ciudad de Motihari, en la India, pues ésta, en aquellos años, formaba parte de la administración colonial británica. No es extraño, entonces, que el escritor y periodista haya sido un gustoso del té, la bebida inglesa por excelencia, y que ya se nombraba desde el año 1650. En enero de 1946, cuatro años antes de su muerte, George Orwell dedicó unas líneas a la bebida que está estrechamente relacionada con las letras, al menos en la literatura inglesa: el té. El autor británico escribió un ensayo, una especie de manual compuesto por once reglas de oro para preparar una perfecta taza de té. A Nice Cup of Tea es una declaración sobre cómo se debe tomar el té para considerarse un auténtico británico:


  • En primer lugar se debe usar té de la India o Ceilán. El té de China tiene virtudes que no deben ser despreciadas en la actualidad (es económico, y se puede tomar sin leche), pero no lo encuentro muy estimulante; no te sientes ni más sabio, ni más valiente ni más optimista después de beberlo. Cualquiera que haya usado esta frase reconfortante: “una buena taza de té”, está hablando sobre el té de la India. 
  • En segundo lugar el té debe prepararse en pequeñas cantidades, es decir, en una tetera. El té preparado en termo siempre es de mal gusto, mientras que el té del ejército, hecho en una olla, tendrá sabor a grasa y a cal. La tetera debe ser de porcelana o loza. Teteras de plata o Britanniaware producirán té de inferior calidad, así como las ollas de esmalte. Curiosamente una tetera de peltre (una rareza en la actualidad) nos dará un té bastante aceptable.  

  • En tercer lugar debemos precalentar la tetera. Ser mejor colocarla sobre una fuente de calor que por el método habitual que utilizan algunos bebedores (echando agua caliente).  
  • En cuarto lugar el té debe ser fuerte. Para una tetera de un cuatro tazas, si se va a llenar casi hasta el borde, seis cucharadas colmadas serían lo correcto. En una época de racionamiento no se podrá realizarlo a diario, pero yo sostengo que una taza de té fuerte es mejor que veinte débiles. Todos los amantes verdaderos del té no sólo les gusta el té fuerte, sino que a medida que pasan los años, les gusta un poco más fuerte. Un hecho que lo ratifica es la ración adicional que se les pone a los jubilados. 
  • En quinto lugar el té se debe poner directamente en la tetera, sin filtros, ni bolsas de muselina u otros dispositivos para encarcelar al té. En algunos países se coloca un colador sobre la taza para recoger las hojas sueltas, debido a que suponen que son perjudiciales si se ingieren, pero se pueden tomar hojas de té en grandes cantidades sin que afecten negativamente a la salud. Si el té no está suelto en la tetera no sé infundirá correctamente. 
  • En sexto lugar uno debe llevar la tetera al cazo donde el agua hierve, y no al revés. El agua debe estar hirviendo en el momento en que se vierte sobre el té, lo que significa que se debe mantener al fuego mientras se echa. Algunas personas consideran que sólo se debe utilizar agua que haya sido recién hervida, pero nunca he notado diferencia alguna. 
  • En séptimo lugar, después de echar el agua hay que remover el té, o mejor, dar a la tetera una buena sacudida, permitiendo que las hojas se asienten. 
  • En octavo lugar se debe beber de una taza grande de desayuno, del tipo cilíndrico, no del tipo plano y poco profundo. La taza de desayuno tiene más capacidad, y con las otras siempre se queda el té medio frío antes de comenzar a beberlo. 
  • En noveno lugar se debe retirar la nata de la leche antes de utilizarla para el té. La leche que es muy cremosa siempre le da un gusto enfermizo. 
  • En décimo lugar se debe verter el té en la taza antes que la leche. Este es uno de los puntos más polémicos, de hecho en todas las familias de Gran Bretaña probablemente hay dos escuelas de pensamiento sobre el tema. La escuela que echa primero la leche (que puede tener argumentos contundentes) y la escuela que la echa después. Yo sostengo que mi teoría es irrefutable. Al poner el té primero se puede regular exactamente la cantidad de leche, mientras que si se hace al revés se puede poner demasiada leche y no tendrá arreglo. 
  • Por último, el té, a menos que uno lo esté tomando al estilo ruso, se debe beber sin azúcar. Sé muy bien que soy una minoría. Pero aún así, ¿cómo puede denominarse amante del té de verdad si destruye su sabor poniéndole azúcar? Si le pone azúcar sería igualmente razonable ponerle pimienta o sal. El té es amargo, al igual que la cerveza. Si lo endulza estaría perdiendo el sabor auténtico del té, ya que sólo sabría a azúcar.
Ahora solo queda infusionar de una buena tasa de té mientras disfrutamos de Rebelión en la Granja


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